De la crisis de ansiedad a la agorafobia, recorrido por etapas y síntomas.
La crisis de ansiedad, también se conoce como ataque de pánico, consiste en un inicio brusco e inesperado de sensaciones en el cuerpo muy acentuadas y alarmantes para el paciente, aparecen síntomas del tipo palpitaciones muy intensas, sensación de ahogo, con la necesidad de hiperventilar, todo muy intenso, que se acompaña de una sensación de mareo o de desmayo. Muy a menudo se acompaña de sudoración intensa en todo el cuerpo, hormigueo en la piel de brazos y manos, y pequeños espasmos de músculos, como tics, y movimientos involuntarios por ejemplo de las manos o dedos. Estos efectos aparecen en minutos, se mantienen menos una media hora, aunque normalmente llegan a la hora y luego remiten o se calman espontáneamente, aunque hay que señalar que si aparece una crisis de pánico o ansiedad, ésta se repetirá generalmente muchas veces más si no se modifica nada, o se realiza una intervención de salud mental. Lo que más desconcierta al paciente, es que la persona generalmente no tiene una sensación ansiosa previa a la crisis, es decir, que subjetivamente esta aparece de golpe, partiendo de una supuesta y subjetiva normalidad psicológica, aunque hay que decir que una persona que ha sufrido durante un tiempo estas crisis de ansiedad, aprende a detectar los avisos que su mente da con antelación de incluso días, por lo que el paciente bien entrenado en nuestras técnicas psicológicas, evita fácilmente recaer.
Esta aparición rápida de síntomas como son las palpitaciones e hiperventilación, es vivida por el paciente no entrenado como un ataque al corazón o piensa que realmente va a morir ahogado, sin que se dé cuenta de entrada de la naturaleza ansiosa de la crisis. El paciente cree que morirá por una causa fisiológica al no poderse conectar los síntomas con un disparador estresante, es como un globo que se ha inchado demasiado durante mucho tiempo, pero su estructura aguanta, hasta que por agotamiento de su material no resiste más y sin previo aviso ni nada que lo ataque en este momento, estalla.
El paciente queda muy preocupado pensando cuando vendrá la siguiente, esto mantenido de forma constante, esta preocupación y fijación en la futura crisis de ansiedad, es lo que llamamos ansiedad anticipatoria, es un episodio de mucho miedo e impide el rendimiento del día a día, ya que la mente se tensa esperando a ver si aparece de nuevo la crisis.
La tercera fase es la agorafobia, aunque generalmente se conoce como miedo a los espacios abiertos, esta descripción a nivel clínico es incorrecta o incompleta, en realidad el paciente tiene miedo a sufrir estas crisis de pánico en situaciones o lugares en que su mente interpreta que resultaría grave o complicado ser atendido o que sería problemático dado el contexto, por lo que el inconsciente genera fobias para obligar al sujeto a no exponerse a estos entornos estresantes. La más conocida es la fobia a los espacios abiertos, lo que obliga a la persona a permanecer generalmente en casa, por lo que su inconsciente busca asegurar un espacio controlado donde sufrir sus posibles crisis de ansiedad.
Las fobias pueden ser variadas en función de las creencias personales de cada persona, hay quien evita los espacios aglomerados de gente, por el miedo de no ser atendido rápidamente por médicos, o no tener la sensación de poder escapar, como el caso de un coche, la oficina, un ascensor, un autobús, un avión o incluso una autopista con pocas salidas, por lo que la impresión general de miedos a lugares cerrados.
Casi siempre las primeras crisis se dan entre la adolescencia y los 30 años, y todos podemos tener crisis de ansiedad, esto está verificado por estudios epidemiológicos, aunque sea más frecuente en personas más nerviosas o ansiosas. En cuanto al momento en que se dan, generalmente se dan en períodos de alta activación, y de contextos estresantes, pero una buena cantidad de crisis de miedo, ansiedad o pánico también cursan en periodos de calma aparente en la vida de la persona , como si la mente estuviera esperando un momento adecuado para quejarse pero en realidad al explorar a estas personas, advertimos que la actividad externa le permitía evadirse de sus pensamientos internos, o que interpretan la poca actividad como un período de crisis.